sábado, 5 de diciembre de 2009
historia del desierto parte II
no es que el había tenido un sueño revelador que debía seguir con todo su corazón.
Lo que paso es que día que pasaba se daba cuenta de que el alimento era mas escaso, sus salidas nocturnas de búsqueda de alimentos se hacia cada ves menos fructífera, cada día encontraban menos alimentos de entre los escombros, y como todo estaba totalmente destruido pues no se podía saber donde quedaban las casas o tiendas.
Así que un día sabiendo que su vida y la de ella se iba a extinguir prefirió que ser el primero en dejar esas tierras y liberarse de su cuerpo, por que según recordaba, la muerte era solo una transición más. Así que no se preocupo mucho por los resultados del abando, lo que si le llenaba de tristeza era dejarla a ella sola, que había sido su compañera tanto tiempo.
La había conocido solo el día del cataclismo.
Después de ese día solo unos pocos sobrevivieron pero fueron muriendo poco a poco. Por tanto podría decirse que eran los últimos seres vivos.
Poco a poco el se había acercado a ella, hasta entrar en un estado de que solo ellos dos quedaban y se daban cuenta de debían estar juntos no solo por ser los últimos, sino por que había llegado a crecer entre ellos el afecto necesario para soportarse cada día, y el mas que todo no podía verla sufrir, la había llegado a amar tanto que si hubiese podido hubiese dado su vida por ella lo hubiera echo sin dudarlo. De esta manera al dejarla sola se aseguraba de que ella viviría al menos un día mas.
Así que un día en que ella abrió los ojos el ya no estaba, solo había dejado una gran sonrisa dibujada con un carbón en la pared y una frase que rezaba, “un día nos encontraremos de nuevo, te quiero”
Al principio lo asimilo solo como una broma, pero al medio día se dio cuenta de que el ya no iba a volver.
El primer día trato de pasarlo normal, total, no se hacia mucho para poder subsistir, mas que esperar a que anochezca un poco para poder salir a recolectar algunas cosas de las ruinas, las nubes todavía no dejaban caer gotas de agua desde hace ya mucho tiempo. El lugar donde se encontraba era gruta que por alguna gracia se había abierto dejando al descubierto una pequeña lagunilla en su parte mas profunda y de la cual bebía sin preocupación.
Los días se hicieron mas duros cada ves, no tanto por el alimento sino por que la soledad era tan asfixiante que a veces se sentía sin poder respirar, para tratar de hacerla pasar de largo, cantaba alguna canción, o hablaba sola en vos alta, total, no había nadie que la pudiera juzgar de loca por hablar consigo misma.
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